LA VIDA SIGUE


      Siempre le he otorgado un interés especial a todo aquello que no pueden ver nuestros ojos ni puede ser percibido por los sentidos, siendo mi argumento preferido de películas y novelas. Lo que antes habría sido el guión de una emocionante película de misterio, hoy se funde con parte de una realidad olvidada que emergió de las profundidades más lejanas de mi consciencia.


      Allí donde nunca llegué, en el más absoluto mimetismo se hallaba lo que creía parte de una apasionante fantasía que rondaba mi inquietud. Algo que me atraía y seducía en términos fantásticos para acabar emergiendo a los confines de la realidad. Todo el misterio que envuelve la vida la redefine de tal manera que ésta parece estar integrada ahora en el plató de cine que tanto me fascinaba... Y yo debo ser la protagonista pues la siento con la misma intensidad y expectación.

      Definitivamente la vida no es tan devastadora ni ilógica como parecía; realmente estamos experimentando una auténtica aventura llena de misterio. Hay tantos matices ocultos, tantos secretos por descubrir, son tantas realidades las que no perciben nuestros sentidos que convierten la vida en pura emoción, pudiendo proporcionar dosis desmesuradas de intriga y curiosidad. No, realmente la vida no es aburrida ni pasajera sino intensa y continua; es un logro merecido y otorgado "para siempre".



 Es la entrada de cine de mayor rentabilidad obtenida jamás, la novela de misterio más emocionante de la historia, la obra de teatro mejor interpretada y el mejor bono de espectáculos y atracciones sin igual.

La vida en sí es un derroche de energía, ilusiones y experiencias que nos proporciona las mismas sensaciones que cualquiera de las actividades de ocio que solemos buscar al encuentro de diversión y emoción.



      Somos los protagonistas de una obra de teatro, somos actores desempeñando un papel; pero como todo buen intérprete, nos hemos metido tanto en nuestro personaje que hemos llegado a olvidar nuestra propia esencia. Siendo así, no debemos tomarnos la vida tan en serio; mientras realizamos cada función pondremos lo mejor de nosotros mismos y ejerceremos el esfuerzo requerido y mucho más para que la puesta en escena sea acorde a nosotros mismos, pero debemos echar el telón de vez en cuando para reflexionar y disfrutar lo adquirido, organizando el conocimiento que obtenemos en cada acto interpretado en la vida. 

      Sin juzgar ni evaluar cada paso que damos, sin darle más importancia de la debida; después de todo no es más que un papel que debemos representar en este momento. Otras representaciones llegarán concediéndonos una nueva oportunidad para realizar la interpretación idónea o deseada. Tenemos toda una vida y muchas más para poder culminar nuestra carrera de actores con lo que cada uno considera personalmente la mejor interpretación de su vida; ésta llega cuando se pierde el miedo a vivir, cuando desaparece la seriedad ante la vida.

      Todo fluye en perfecta armonía cuando bajo el criterio personal y por decisión propia aceptamos reemplazar una actitud tensa y seria ante la vida por otra más relajada y jovial. Cuando comenzamos a ser conscientes de nuestra verdadera naturaleza como seres en constante evolución espiritual. Cuando aceptamos la vida como un medio para adquirir el conocimiento necesario, creciendo bajo el dominio de intereses individuales pero también movidos hacia el avance de toda la humanidad. Cuando aceptamos creer en la existencia de realidades que no perciben nuestros sentidos, cuando admitimos que somos mucho más que un cuerpo y una vida limitada y efímera.

      La vida no es el fin de nuestra existencia sino el medio de experimentación eterna. Somos actores en constante evolución eligiendo el papel o papeles que deseamos interpretar en cada vida, en honor a la verdad de lo que realmente somos, al servicio de una naturaleza divina de nuestro ser. Cada uno de nosotros somos el protagonista de nuestra propia historia; por ello, tan sólo cuenta el momento presente, el momento en que actuamos como tal. Ni el pasado ni el futuro deberían tomar parte en la representación actual; el pasado ya tuvo su momento escénico y el futuro llegará a su debido tiempo pudiendo disponer también de su momento de gloria.


      Tan sólo debemos decidir cuándo comenzar a disfrutar de este escenario de culminación de propósitos que se nos ha concedido como el medio para evolucionar como ESPÍRITUS LIBRES Y ETERNOS. Somos actores terrenales al servicio de una evolución espiritual; por tanto, "la vida es un medio no un fin". El conocimiento de esta premisa debería calmar nuestras inquietudes ante peligros y miedos, proporcionándonos una actitud ante la vida mas relajada, dejando vía libre al desarrollo y consecución del verdadero propósito en la vida, una misión que otorgará la correspondiente evolución de nuestro ser.


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